viernes, 9 de octubre de 2020

Carta- Sergio Gustavo Siminovich.-

 Adorada Lectora Involuntaria




No, de ninguna manera. Esto no va  a terminar aquí. ¿Así que me eludís por teléfono ? Yo no voy a renunciar a vos. Ni lo sueñes. De ninguna manera.

¿Acaso querés disponer de tu tiempo para otros? No lo permitiré. Si lo nuestro realmente ha terminado, nos hundiremos juntos.

Voy a evitar que te herede cualquier recién llegado. Cómo ? Inundándote de anónimos, pero para que te ahogues entre mis papeles. Y ni siquiera vas a sospechar que se trata de mí.

Quiero asfixiarte con miles de palabras, Tengo anotaciones en el fondo de las valijas, en el reverso de los ceniceros, en las paredes del baño chico, en las páginas en blanco con que sugestivamente comienzan los libros.

Desde mi madriguera, tengo mis ventajas, Gracias a mis sobres encapuchados no te distraerán las muecas de mi rostro ni el tintineo de mis arrugas. No sabrías de quién defenderte. Qué acerca de mis muslos? Acaso si los llevo. Y qué de mi bongó fosilizado ?

Yo voy a empapelarte los sentidos. Oíste? náufraga como la mujercita de Puloil.

Te enroscaré de cartas. No tendrás tiempo de echar todo esto a la basura, que solo pasa una vez por día.

Una vez a la semana empezarás a faltar al trabajo para empaquetar mis papeles y demorarlos en un baldío cercano.

 Intentarás rechazar las nuevas cartas. Esgrimirás así una inútil rebeldía. Porque acabarás leyéndome, a escondidas, como una refugiada.

Los afiches del barrio, aprovechando de mi escaso sueño, serán mil nuevas cartas.

 Y habré de contratar a todos los acomodadores de los cines y redactarles, de  a versos. los programas, para que hasta me compres por monedas el asedio.

Algún día te daré un respiro de horas, Que te duela. Que adviertas que no sabés ni recordás ya hacer otra cosa.

Aunque algunos que me lean. porque habrás de mostrar a todos esto nuestro o te delatatarán las pilas en tu puerta, la fatiga de los carteros o la captura que lleves en los ojos-pretendan que te escribo como un rito onanista o que sos un pretexto del estilo.

Perderás la noción de los horarios. Y serás una inequívoca desolada estación. Te obligaré a respirar con mis palabras. A beberte lo ruín y lo sublime.

Hasta que te desangres de renglones. Te inventes nuevos poros. Lo dudo, pues te echaré todos mis ejércitos. Y verás por los ojos de mis ojos.

Te seguirán enviando mi gangrena después de muerto. El deseo es infinito.

A menos que nos tropecemos mañana en una esquina.


                                                                                                                    Tuya.

                                                                                                                    P.C.

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