A la madrugada.
Hasta que dentro de unas pocas horas
el ajetreo de las oficinas públicas y estatales
vuelva a llenarme de hastío y de impotencia
con su primitiva y particular inoperancia
elijo esta pose algo incómoda en la cama
-tal vez por pereza a otras opciones-
para rehacerte-como sé a mi manera
en la justicia imparcial de la memoria.
Sabíamos que la muerte te rondaba
pero nos acostumbramos a tu vida.
Nos acostumbramos a tu pesada carga
de enfermo interminable
y fue por años y años la máscara de oxigeno,
con su furia de aire sobre tu cara,
el sonido que nos bienvenía a casa.
La muerte a cada rato te envestía
y no entendíamos como te la rebuscabas,
con que fuerza
para siempre quedarte de este lado.
Supimos las anécdotas múltiples de tu vida,
la cárcel, los cargos y los libros,
y los puchos y los cuentos y los tangos,y en todas tu impronta incansable de bohemio.
Aprendimos que verte enmarcado en un día.
ya era mucho, pedir demasiado,
y bajo ese saber te quisimos
yirando con el peso feliz
de tenerte ese poco todavía.
Nunca olvido tu mano alzada de victoria
cuando me veías entrar al dormitorio
donde nunca acababas de morirte.
En una pose incómoda en la cama, repito
ahora que sos ese signo del pasado
pienso que con lo que te sobró de amor por la vida,
es con lo que yo me levanto, viejo,
y que ese capítulo de mi historia me quedó cerrado
con el lánguido junio en que te fuiste
me hace llegar a veces tu risa estridente,
tus patas flacas y tu barba gris,
y la música ronca de tu voz
pidiendo café a la madrugada.
Dedicado a la memoria de su padre.-
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